No es que Marcus Rashford sea malo. Tiene talento, tiene velocidad, y en partidos sueltos puede hacer cosas que muy pocos pueden. Pero el problema no es lo que puede hacer una vez cada tantos partidos, sino lo que hace semana tras semana. Y ahí es donde empiezan las dudas.
Para empezar, Rashford no encaja del todo con la forma en que juega el Barça hoy en día. Esta versión del equipo de Hansi Flick necesita extremos que tomen decisiones rápidas, que sepan cuándo soltarla, cuándo atacar el espacio y sobre todo que mantengan la estructura táctica.
Rashford en cambio tiende a ser más individualista. Le gusta recibir al pie, encarar, y muchas veces fuerza situaciones que rompen la fluidez del juego colectivo.
Cuando ves al Barça construir desde atrás, todo es sincronizado. Los interiores bajan, los laterales suben y los extremos tienen que estar bien posicionados para estirar al rival o amenazar por dentro.
Rashford sin embargo muchas veces se descuelga, baja demasiado a recibir o se queda estático y eso le quita al equipo una opción clave en ataque. Y si el rival presiona bien, el Barça pierde profundidad porque no tiene un extremo pegado a la línea o atacando el espacio correctamente.
Otra cosa clave: las decisiones. Rashford, por mucho que lleve años en la élite, sigue teniendo problemas para elegir la mejor jugada. Hay veces que tiene pase claro a un compañero libre y decide rematar desde 25 metros. O recorta una vez de más y pierde el balón.
Welcome home, Marcus. 🏟️😍 pic.twitter.com/hBVJOCXvzu
— FC Barcelona (@FCBarcelona) July 24, 2025
En Premier League, donde el ritmo es más caótico, eso a veces pasa desapercibido. Pero en La Liga, donde todo es más pausado y táctico, esos errores se notan más.
Y después está el tema defensivo. En el sistema del Barça, los extremos tienen que correr mucho hacia atrás, ayudar al lateral, cerrar espacios por dentro cuando el equipo presiona alto. Rashford lo hace… a veces.
Pero no es constante. Y si por su banda juega alguien como Alejandro Balde, que sube mucho, entonces el hueco que deja Rashford es un problema enorme. No se puede permitir tener a alguien desconectado cuando se pierde la pelota.
También hay que hablar de sus números. La temporada pasada en el United fue irregular. Solo tuvo 8 goles y 5 asistencias en todas las competiciones. Sí, tuvo momentos buenos, pero no es el tipo de producción que uno espera de una estrella ofensiva.
Y si se compara con Raphinha o incluso con Ferran Torres, sus números no destacan tanto como se piensa. En el Barça, donde cada gol cuesta más, eso importa.
Tácticamente, es más difícil de encajar de lo que parece. Si juega por izquierda, ¿qué pasa Lamine Yamal cuando se cambia de banda? ¿Y si juega como segundo delantero, entonces Lewandowski qué hace? ¿Se cambia el sistema solo para acomodar a Rashford?
No parece lógico. Y si lo pones por la derecha, pierde mucho. No tiene el mismo desequilibrio por ese lado, ni su perfil le ayuda para centrar o asociarse.
Además, hay un tema de ritmo. El Barça juega mucho a toque corto, a mover al rival, a generar superioridad numérica con triangulaciones. Rashford muchas veces no tiene la paciencia ni la visión para eso.
Quiere resolver rápido, irse en carrera, rematar pronto. Esa mentalidad choca con lo que pide el juego posicional que se entrena en La Masia y que Flick intenta mantener.
En resumen, Rashford puede aportar cosas puntuales. Puede romper un partido con una jugada individual. Pero no es un fichaje que cambia el día a día del equipo. No mejora el colectivo. No soluciona los problemas que el Barça tiene contra bloques bajos o en la gestión de partidos cerrados. Es un refuerzo más de nombre que de encaje. Y aunque la ilusión esté ahí, la realidad táctica dice otra cosa.




